​OFICINA DE PROYECCIÓN SOCIAL

JC: Valoro mucho la imagen del filósofo tejiendo sus reflexiones desde la soledad. Y valoro esta imagen porque considero que el filósofo en esos momentos se encuentra más conectado con el mundo. No hay filosofía práctica, para hablar de algo que conozco, que no tenga en el núcleo de su propuesta una preocupación por la justicia o por lograr que vivamos ajustados a ella.

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​​MH: Evaluando este presente qué elementos de la formación recibida en la ESARM, crees tú, contribuye en lo que nos cuentas ahora.​​

JC: Dos cosas que, pensándolo bien, guardan mucha correspondencia entre ellas. La primera es una cuestión conceptual y tiene que ver con la apertura muy propia de la formación ignaciana a conocer las distintas formas de ser en la vida. En ese sentido, los diferentes autores que han trabajado el tema han contribuido en mi formación a comprender que existen diversas maneras de abrirse y estar en el mundo. La segunda cuestión es más bien de orden práctico y está relacionado con lo bien tratado y aceptado que me sentía en la universidad. Sé que éramos pocos y que ahora que estamos creciendo quizás podamos descuidar ciertos aspectos. Pero creo que no deberíamos olvidar ninguna de estas dos cosas; si lo hacemos, estaríamos perdiendo lo fundamental en nosotros.​​
 

HM: Juver, me gustaría que le contaras al Moncho qué significó para ti la experiencia de proyección social. Recuerdo que junto con Martín Málaga buscaban algo que fuera distinto al voluntariado que se practicaba en aquel entonces. Recuerdo que buscaban algo que tuviera que ver con lo que uds. querían ser y hacer y que les diera la posibilidad de juntarse y conocer a gente de otros lados; y luego querían que se pudiera incidir en la manera como se formaba en la ESARM. Me gustaría que le contaras un poco de esas primeras experiencias.​​
 

JC: Es verdad. Éramos críticos del voluntariado. La gente participaba en él con la mejor disposición, seguramente, pero había en ellos esa actitud paternalista del “pobrecito que vamos a ayudar”, y era –según lo que pensábamos en aquel tiempo- lo que los ubicaba a los que participaban del voluntariado por encima de las personas con las que trabajaban. En nuestro caso, también había una necesidad por dar, sí, pero al mismo tiempo buscábamos que lo que aprendido en el salón de clases tuviera una incidencia. Recuerdo el trabajo que hicimos en Huaycán. Nos fuimos a vivir allí. Por las mañanas y las tardes dictábamos clases, participábamos de las actividades que la comunidad organizaba, y por las noches nos sentábamos a discutir, a dialogar y seguir disfrutando.​​
 

HM: ¿Y tú sientes que esa manera de proceder y de irse insertando en la realidad ha incidido en las decisiones que has ido tomando, perfilando el proyecto de vida en el que ahora te encuentras?​​
 

JC: Sin duda, sin duda. Cada decisión que he tomado en mi vida personal y profesional está marcada por la ESARM y su propuesta educativa definida por la libertad. Dentro de las experiencias que tengo de la ESARM Huaycán es fundamental. El trabajo con los chicos awajús, wampis; el trabajo que tengo en la universidad de Chulucanas; el interés de inaugurar casas que repliquen este modelo inclusivo que estamos proponiendo; incluso mi trabajo en PRONABEC. En todas estas actividades intento replicar lo obtenido a lo largo de mi vida universitaria.